Marzo es el mes que trae el sol de la tarde. Las pequeñas semillas notan, que pese al frío, la tierra se empieza a calentar cada vez mas. Pese a que todavía hiela, los trinos de los pájaros son cada vez mas audibles, gorriones hinchados buscando migas de pan, tarabillas curiosas que nos miran desde un poste, lavanderas apresuradas, verdecillos optimistas.
Quizas es la vida que viene, quizas son esas nuevas horas de sol, quizás el son de un ritmo olvidado que renace y que llama. Son esas ganas de vivir, de desperezarse, de ponerse en marcha y mirar al frente, como un árbol vigoroso que, tras sacudirse la nieve, se da cuenta de sus propios brotes, de esas hojas que irrumpen con fuerza, pequeñas pero decididas, dispuestas a aguantar el tórrido calor del verano que vendrá.
Quizás es ese andar lento, pero que no cesa, un paso tras otro, inexorable pese a su lentitud, abriéndose paso, intentando navegar la vida sin perturbar la superficie del agua, horadando la piedra, trayendo la vida.
Quizas es el orgullo de, pese a todo, saber que se esta donde se debe estar.
Quizas, quien sabe, es la alegría de amar, o de jugar, que puede sea lo mismo.
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