En mi pueblo los politicos no tienen vacaciones y las excavadoras rugen bajo el implacable sol de agosto. La fragancia del tomillo, milagro leñoso de esta tierra seca, sucumbe bajo la peste del gasoil quemado a marchas forzadas, con prisas de acuerdo municipal de verano. El aire, último hálito del mar antes de llegar a la sierra, arde envuelto en nubes de polvo, tierra que vuela, violentada y ultrajada bajo la mirada de los hombres, que como pieza mas de la implacable máquina, no hacen mas que su trabajo ¡Muera la conciencia!
Y mientras esta tierra, dominio del zorro y del conejo y testigo de trashumancias, se pervierte en excusa verde para el hormigón y el automóvil, en mi pueblo solo unos pocos hacen suyo el grito mudo. Los mas seguimos en nuestro agotamiento diario, consumiendo nuestras horas como carbón para este tren, mas madera que es la guerra. Contamos los billetes, como si fueran algo más que tan solo las cenizas de nuestro tiempo, ajenos a la destrucción, cómplices silenciados por las hipotecas. Y mientras, los trigales son asfaltados. Mientras, las fuentes son secadas. Mientras, la maquina de la que formamos parte sigue arrasando.
Así, con la cabeza agachada tras la jornada laboral, así vemos una foto de lo que ha ocurrido, postrados en el sofá resistiendo tan solo acabar el dia. Nos arrebatan la tierra bajo nuestros pies, nos aspiran el tiempo de nuestra vida, roban el agua que nos debiera dar de beber, y a estas alturas, los ojos ya estan secos.
Nunca mejor dicho, otro territorio asolado mas
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2 comentarios:
Joder, la foto del información es demoledora... De todos modos, ya sabes que no comparto el pesimismo que destila el post. Creo que si hubo gente, trabajando dieciseis horas en minas de carbón y cargados de hijos, que logró que la jornada laboral se redujera a ocho horas nosotros deberíamos poder hacer algo que en realidad es mucho menos ambicioso...
Pues tienes toda la razón, que quieres que te diga. El tema es que vivimos demasiado bien, quiero decir, la lucha de aquellos obreros por las ocho horas debió ser algo de primera necesidad. Ahora que vivimos en 'el mejor de los mundos posibles' (puaj), en el que la opresión es tan sutil y además se justifica a sí misma, en el que de alguna manera todos (en el primer mundo) participamos y de alguna manera, aunque sea indirecta y a corto plazo, nos beneficiamos de la destrucción global (con cargo a nuestros hijos), es mucho mas dificil encontrar no ya las fuerzas, sino la voluntad.
De cualquier modo, el pesimismo es un mal síntoma.
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