Si bien en junio ya
nos acercábamos al tema, debido al intenso desafío que las lusas
oito e coisa mantienen respecto a compartir la vida con una sola persona (léase monogamia), qué menos que un post a modo de pensamiento en voz alta, mas para ponerse las ideas en orden que a modo de establecer cátedra.
Cuando hablamos de monogamia, la palabra que no se dice es matrimonio, que aunque no es exactamente lo mismo, en nuestra sociedad occidental es de momento lo habitual. Unidades familiares compuestas por dos conyuges (hasta bien reciente exclusivamente de distinto sexo) y de cero a muchos hijos (la prole que da pié a esa otra palabra de connotación revolucionaria).
Monogamia implica fidelidad, concepto que básicamente se trata de no tener sexo ni ningún tipo de amor más allá del fraternal con ninguna otra persona que la pareja escogida. Como bien indican las multiplas del otro lado de la piel de toro, se trata de una decisión racional escogida, no por no querer tener otras relaciones, sino por no querer que el compañero/a las tenga. Yo reprimo mis instintos para que el otro lo haga también. Es al mismo tiempo contrato y posesión, una relación de poder mutuo, una argolla puesta sobre la libertad de cada uno de los que forman la pareja monógama.
Y es aquí donde quizás viene el quid de la cuestión: la decisión monogámica no se basa en el amor, se basa en el sentimiento de posesión y en la búsqueda de la seguridad. Y así nos vá. Cuando este acuerdo, a veces expresado como contrato por escrito y sacralizado delante de un altar, se rompe vienen las mentiras, las rupturas, las situaciones traumáticas, los abandonos, el dolor...
Es esa manía, utilizada intencionadamente para fundamentar más de mil años de historia, de equiparar amor a durabilidad, virtud a castidad, felicidad a permanencia, libertad a soledad, soledad a fracaso, todas esas asociaciones nos mantienen sacrificando día a día nuestros sentimientos. Mi madre siempre me dijo que el amor, como enamoramiento, pasa y luego queda otra cosa, otra forma de amor. Puede ser así, pero no tiene por qué ser exactamente de esa manera.
Somos seres sintientes, que podemos disfrutar del amor, tanto cuando este es sosegado y perdurable como cuando es tormentoso y fugaz. En todas sus formas. Y del deseo, del placer de compartir, de los cuerpos de nuestros semejantes, del nuestro propio. Y de la libertad.
La crítica de la monogamia como única forma de amor posible, quizas sea una verdadera lucha por el amor y por la libertad, una reivindicación de nosotros mismos como seres completos que desarrollan con las personas que quieren relaciones de igualdad y honestidad, de respeto. Rompiendo la 'exclusiva sentimental' establecida, es cuando realmente amamos al otro desde el respeto, sin condiciones, aceptando al otro por completo, con todos sus sentimientos sin castrar, con todas las formas que puedan tomar su forma de sentir el amor, y por el tiempo que este dure.
To be continued...