Tu voz risueña me despierta añoranza de tu abrazo, adicción quizas de un sorbo mas de ese vino clandestino que es tu aroma. Mis manos se redoblan queriendo coger las tuyas, ambas castigadas por el frío y los golpes mal dados. Sabes que deseo tu compañía, puede que por eso me esquives, o quizas la casualidad, despiadada como siempre, empeñada en asegurarse de que nunca pueda ser lo que ambos sabemos no será.
No obstante te espero y confío, un día como ayer estaré en tus brazos y tu en los míos, como ayer yo en tu voz y tu en la mía, porque como ola perezosa siempre al final vuelves, y siempre refrescas esta arena seca y quemada. Un día me llevarás a conocer el nombre de los pajaros y sus trinos. Un día, como fué ayer, ambos reiremos de nuevo retumbando en la noche bajo el almendro.
Tal como me pediste, me he acostumbrado a no desear mas que eso.
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