De repente, un camión se te tira de golpe encima en la autovía a 120 km/h y en otro universo has muerto, en ese en el que no miraste la presión de las ruedas que iban a la mitad de su carga, o en aquel otro en el que tan solo la lluvia duró un poco más y el suelo estaba resbaladizo. En esa otra realidad, eres tan solo un amasijo de carne mezclado con hierros retorcidos.
En esta realidad, en la que pudiste frenar y luego contarlo, te das cuenta de la fragilidad del día a día. Cada minuto, cada instante, es una oportunidad que pasa, como una hoja que cae del árbol. Y puede ser la última.
Así que la cogí de los hombros, le miré a los ojos y le dije algo que quizás no quería oir. Ahora veremos por donde respira.
Pero al menos en esta realidad, no me quedo sin hacer eso. Para bien o para mal.
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