En un rincón de la piscina, semioculto, casi diseñado para ello, una pareja hace hervir el agua, ella sobre él, comiendoselo a besos y restregandose rítmicamente como solo sabemos hacer cuando estamos en celo.
Al otro lado, los chicos mas deportistas juegan con las chavalas mas dispuestas a una suerte de water polo con flirteo incluido. Encima del puente baila un blanco Michael Jackson.
En un banco apartado, una pareja, quizás el futuro de los primeros de la piscina, con la sinceridad que da el alcohol, finalizaban un idilio, de esos que pueden acabar tanto a los veinte como a los cuarenta. Él le explicaba que no quería atarse ya, que quería vivir su vida, pese a que la quería, pero no se sentía para comprometerse. Ella derramaba sus lágrimas decepcionada, y con ganas de estar mas borracha aún.
Al otro extremo, donde se contaban los chistes, un imberbe no paraba de fastidiar a una muchacha que querría encontrar un hombre, no un niño. Todos, menos ellos dos, se daban cuenta de las ganas que el chiquillo le tenía. Mucho por aprender aún, quizás.
La madre de la cumpleañera hace las delicias de las amigas contando el chiste de la casada que hace la felación al marido como quien friega los platos, aunque asegura y reasegura que no es su caso.
Hay quien observa y echa de menos.
La rapera le cuenta al veterano como en su generación se han perdido los valores, ya nadie lucha, los derechos retroceden, se cede al conformismo. Quizás es solo la excusa para decir 'yo haría, pero no hago'.
Y la luna de lobos, que nos arranca un aullido en un momento dado, mira toda la escena, como siempre, misteriosa, ejerciendo su dominio, supongo que divertida viendo como, una y otra vez, todos acabamos haciendo las mismas cosas.
Primera luna de septiembre, quizás la última de este verano.
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