Estuvimos la pequeña y yo pateando los caminos de nuestra sierra favorita, no encontramos la cueva pero nos comimos una manzana bajo una carrasca que hizo las veces, emboscados como jabalíes de miradas indiscretas. El cielo de un azul rotundo e inmenso se nos antojó lienzo de cuadro.
Tuve tarde que se convirtió en noche de tocar, mercenarios a sueldo de un ballet, figurantes sin cenar que, como de costumbre, nos volvimos a dejar las manos y el sudor, la alegría y la sangre, en hacer que los demás vibrasen a nuestro paso. Como resarcimiento de la ingrata espera y de la exigua recompensa, nos prodigamos unas pizzas y unas risas de madrugada.
Al día siguiente reproches y lloros, ella se siente infravalorada por que yo me vaya en una semana a cenar y a bailar. Ultimamente no hago una a derechas, cuando hago porque hago, cuando no porque no. Se empieza a afianzar la sospecha de que sostener el valor que uno mismo se da en función de lo que los demás hacemos o no, no es sano, aunque funciona como mecanismo de apropiación del otro. Total, que la cena queda condicionada y, al menos, conseguimos llegar a la playa, donde todavía este verano que no se quiere largar nos permite un baño a la pequeña temeraria y a este confuso pescaíto.
Por la tarde, junto a los velados reproches de mi señora madre (comienza a ser certeza la idea de que los hombres hemos perdido algo y no sabemos muy bien el qué), un cumpleaños de parque de bolas, estupefacto espectador (uno de tantos maridos callados) de como estos padres que tanto nos quejamos de las generaciones venideras nos esforzamos en hacer creer a nuestros pequeños vástagos que a los cuatro años ya son reyes, que viven en la abundancia, que no hay mas límite que la tarjeta de crédito. Uno recuerda cuando en un cumpleaños solo le regalaban sus padres y era tan feliz. Y se siente muy solo cuando mira y ve lo que hay alrededor...
Y para acabar, un mutilado paseo por la realidad virtual, que curiosamente se hace de faltar, quizas descanso de esta sobredosis de realidad real, una charla intrascendente y a dormir como cenicienta.
Un fin de semana muy completo. Con una hora de mas, de hecho.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario