jueves, 8 de octubre de 2009

Su nombre es Soledad

Hoy hice un gran esfuerzo para llegar a verte al hospital. Aparte de decirme que estabas bien, me asaltaste a cosas que debía hacer, tramites que en mi somnolienta mañana, urgido por la hora de entrar a trabajar que ya sabía no cumpliría, ni se me ocurría soñar que existian.

Hoy estuve todo el día con una muchacha que sueña con que acaben su casa para fundar un matrimonio. En muchas ocasiones, cuando no se hablaba de trabajo, la conversación se acababa, via muerta, extraños sentados a una misma mesa compartiendo ensalada.

Hoy mi hija me pedía trucos de magia, me exigía abrazos, presencia, permanencia. Mientras yo le metía prisa.

Hoy ella me había guardado un sitio a su lado, una sonrisa y un par de abrazos, que no se muy bien por qué me salieron rápidos, de trámite. Me dolió de nuevo su próxima ausencia, envidia del marinero, espina de higo chumbo. Y se me clava la promesa de la cita, puede que hambre de las migas de lo que quisiera.

Hoy mi amiga juega a ser Gulliver, absorta en la belleza de la entelequia. No la culpo, es siempre mejor que escuchar ladridos a estas horas de café. Buscando su palabra, me encuentro un silencio, quien sabe si suyo. En cualquier caso, yo juraría lo mismo

Hoy mi amante permaneció guardada, mi mano añora su piel seca y su voz de trueno.

Hoy, cuando no queda nada mas ni mejor, me recito a mi mismo.

Y entonces reconozco su nombre

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