Me asomo a mi balcón por curiosidad. El bramido colectivo indica que la selección de mi país ha marcado un gol en el partido del mundial. Suenan bocinas, algún exaltado todavía grita 'goool'. Muchos de mis vecinos, en un alarde de fervor patriótico, han adornado sus respectivos balcones con la bandera rojigualda.
Mientras tanto, en el contenedor de debajo de mi casa, un hombre rebusca en la basura algo que echar a su desvencijada furgoneta, al igual que el que estaba este mediodía y el que vendrá luego a medianoche.
No sé porqué, pero me da la sensación de que los goles nos los estan metiendo a nosotros sin darnos cuenta.
lunes, 21 de junio de 2010
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