Quizás por la menor cantidad de luz. Quizas por el calor que ya cesa. Quizás por las noches que ya no huelen a vida. Quizás por las semillas que se entierran y ahora esperan a crecer. El caso es que me falta esa energía que había durante este verano, convulso, ardiente, explosivo, que me ha mantenido con el corazón a flor de piel. Quizás es la anestesia que hace efecto, quizás es la ausencia de sal de mar en la piel.
El caso es que mi ánimo cae ahora atenuado, al igual que estas tardes de otoño en los que la luz se desvanece, como una pintura al pastel sobre la que un dios artista y loco pasa un difuminador de forma obsesiva. Y en esta latencia, en esta suerte de espera en la que ves pasar deseos, refrenados por el ahora, aplazados, me pregunto si quizás no estoy traicionando, enjaulando de nuevo, a ese animal salvaje que hace unos meses clamaba libertad.
Quizás ahora me doy cuenta de que no volveré a vivir un otoño como este. Es por eso que es preciso hacer este esfuerzo, es por eso que, quizás una vez mas, debo tener las riendas, las mías propias, recogidas, esperando que la vida cambie.
Quizás es el momento de dejar las semillas crecer.
Quizás es el momento de aguardar mientras el agua quieta horada en silencio la piedra.
Y dentro de un año, el verano volverá...
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