jueves, 19 de noviembre de 2009

Disección

En ocasiones las películas cursis de adolescentes pueden ser fuente inspiración, aunque parezca mentira. En este caso, la protagonista se ve arrastrada por una pasión romántica irrefrenable, inevitable, nada en su vida, ni su vida misma, es más importante que estar con el amado.

Que conste que el visionado fué algo accidental, yo realmente pasaba por allí...

Bueno, después de involuntariamente ser espectador de semejante derroche de sentimentalismo, me puse a pensar sobre ese concepto del amor, que se antoja tan absoluto y exclusivo, y que condiciona las relaciones de pareja y desemboca frecuentemente en matrimonios y, logicamente, en frustraciones cuando descubres que eso del amor no es exactamente aquello que te contaron de jovencita.

Podríamos decir que las relaciones entre personas se componen de dos sentimientos, a saber, amistad y atracción. Hablaríamos de amistad como de aquel sentimiento de camaradería, de afinidad, de sentirse próximo a la otra persona. Vendría a ser un sentimiento basado en espacios y actividades comunes, en formas de pensar similares, en complementariedad y en capacidad de cooperar.

Cuando hablamos de atracción, nos referiríamos al deseo físico de disfutar del cuerpo de la otra persona, de abrazarse, besarse, tener sexo... un deseo motivado por el aspecto, por la actitud, por el olor, las hormonas, puede que muy en conexión con la parte de animal irracional que aún (por suerte) conservamos.

Ambos sentimientos se combinan en mayor o menor medida para dar lugar a ese 'arrebato' que llamamos amor. Cuando se es joven (adolescente quiero decir), se siente todo ello de forma exacerbada: la propia forma de vida del adolescente, tanto en centros de enseñanza como en los momentos de ocio, tiende a la vida en grupo, a estar compartiendo constantemente, lo que propicia relaciones de amistad fuertes e intensas. Y que decir de las hormonas a esas edades... la atracción por las personas del otro sexo (o del mismo) es constante, muchas veces simultáneas.

Vamos, que eso del amor no es mas que afinidad con otra gente con la que, además, te pegarías un revolcón de aúpa (lo reconozca el/la adolescente implicada o, por castración cultural, ni se le pase por la cabeza, aunque se mate a masturbaciones)

Ahora podemos liar un poco la cosa.

En ocasiones se da solo amistad. Muchos conservamos amigos/as de aquellos tiempos que esperamos sigan siendolo por mucho tiempo. Y no sentimos muchas ganas de tener relaciones de caracter más... digamos fisicas, con ellos.

Por otro lado, hay veces en que solo hay atracción. No se tiene nada en común, ni se te ocurre que cosa podrías hace con esa persona excepto... en fin, que es estar cerca y saltar chispas termoelectricas. Podríamos llamarlo simplemente lujuria, vulgarmente tener un polvazo, libinidosidad (de esto hay bastante en los susodichos adolescentes cuando el nivel etílico es grande). El caso es que, si lo reconocemos como tal y lo disfrutamos como lo que és, sin buscarle mas, puede ser también edificante e incluso sano.

Ahora, el tema es que hablamos de estos sentimientos aplicados a adolescentes... ¿pero que pasa cuando ya se trata de personas 'hechas y derechas', con sus trabajos, familias, etc.? Vemoslo por parte.

Por un lado el mundo del trabajo es algo diametralmente opuesto al mundo estudiantil. Las relaciones son frecuentemente de competencia, a menudo de jerarquía, y con suerte de cordialidad. Pero el intercambio, enemigo de la productividad (a priori, habría que verlo) es algo penalizado en la empresa, con lo que las relaciones de amistad son escasas cuando no nulas.

Por otro lado, al tener una familia establecida, un compañero del que se supone estas enamorado o con quien tienes, como mínimo, un compromiso de exclusividad, hace que los sentimientos de atracción se vean inhibidos. Cuanto mas cuando la vida se hace sedentaria, se suda poco, se liberan pocas hormonas, en fin, nos volvemos sexualmente menos receptivos.

Conclusión, conforme más nos adentramos en el mundo productivo, mas lejos nos encontramos de poder hallar la pasión. Pero no solo fuera de la familia, también dentro de ella, cuando la atracción, que es prima hermana de la novedad y el riesgo, disminuye, también por la rutina y el escaso tiempo libre que no es descanso...

En resumen, que ya es tarde... que el enamoramiento no es mas de lo que es, no hay que 'trascendentalizarlo' pues tiene explicación y es reproducible, y al mismo tiempo tampoco es exclusiva de una edad temprana, mas bién perdida por la inmersión en el sistema productivo. Dicho lo cual, me puedo ir a dormir con la cabeza bien alta de darle a este blog un artículo que pase mas allá de las quince líneas.

No hay comentarios: