El otro día estrené etiqueta
Crisis
Mi amigo me lo dijo, con mas razón que un santo, que estaba en crisis, la de los treinta y tantos. Impresionante esta segunda adolescencia. De repente todo lo que tenías establecido se va al carajo y de repente se te plantean decisiones que quizás ya estaban ahí y las evitabas, y te vienen todas de golpe.
De repente coges y, casi sin darse uno cuenta, vas y te enamoras de otra persona. Mi madre me diría que eso es algo pasajero, que luego se va y no queda más de lo que tienes ahora. Pero es tan intenso, tan fuerte, que te sientes algo vacío sin ello. Te da la sensación de que te faltaba eso.
Justo en el peor momento. Justo cuando puede que vuelva a ser papá. No es casualidad, como que tampoco es casualidad que haya dejado de lado todas mis aventuras virtuales, acaso sobreviviendo de todo ello mi antropóloga de cabecera y esta blogoescupidera. Quizas era una válvula de escape que ocultaba mis verdaderos problemas a resolver en la vida real.
Y es que quizás no esté a gusto con mi vida tal cual es ahora. Quizás llega un momento en que uno se plantea qué quiere hacer y mira a su alrededor y se dá cuenta de que apenas acaricia sus sueños. Quizás es esa pasión la que uno echa en falta.
Justo en este momento llega un bebé. Puede que sea reacción a una paternidad no deseada. La anterior tampoco lo era del todo, pero esta menos. Y con respecto a la anterior, no me arrepiento en absoluto, pero puede suponer anclarse más aún en la jaula de lo cotidiano. Es quizás reacción a ello.
Y echando la vista atrás, pensando en mi compañera, a la que no dejo de querer, pero quizas sí de desear (es duro escribir esto, la verdad), me parece que desde un año a esta parte, quizás a raíz de la enfermedad o al revés, quizas con la enfermedad como síntoma, estamos muy desencontrados. Es cierto que el cariño nunca ha cesado, quizas como dice mi madre, no hay mas que eso. Pero se echa en falta menos cerebro y mas corazón, mas sentirse deseado. Y he de suponer que es mutuo, que si alguien tiene culpa de algo somos dos, o que quizás es simplemente así, agotamiento. Y cada vez estoy más convencido de que es eso lo que la hace enfermar, el desamor. Yo al menos me hago correr la sangre con mis tambores.
Todo es muy confuso, como supongo corresponde a las crisis. Aparte de lo emocional, empiezo a planificar cambios en mi vida, lo que se hizo por necesidad, como anoche me decían junto a la balsa, debe tener un plazo (madre mía, esto es de locos, aún la puedo oler). Y ese plazo expira, debo ponerme en marcha y acometer las reformas que me saquen de esta celda de cristal.
Es muy cruel. Lo único que ahora mismo tengo cierto es lo que expresa el post anterior. Un olor. Es lo único ahora mismo innegable, rotundo. Quizás al final no es mas que el cuerpo, la piel, los sudores, la pituitaria la que manda. Quizás, contradiciendo a mi sabia madre, quizas no hay mas.
lunes, 24 de agosto de 2009
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