En los momentos en los que no se ve el camino, las palabras de ánimo de un amigo, el compartir la alegría, que no se ha ido y está ahí, el sentirse cerca aunque se esté lejos, el saberse aceptado pese a todo, con todo, tal cual se és, el poder enviar esos buenos deseos, sinceros, simplemente hablar.... realmente reconforta el espíritu cuando este más lo necesita.
Amigo mío, echo de menos un paseo al caluroso atardecer de agosto por los bancales abandonados.
Gracias por estar ahí.
lunes, 24 de agosto de 2009
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